En un país muy lejano donde un dictador había llegado a someter a su propio pueblo hasta el punto de llegar a la hambruna, apareció un activista que comenzó a luchar contra el régimen empleando las redes sociales y ocultándose detrás de una máscara para no ser identificado.
Creó una campaña virtual contra los autócratas, con el lema: ¡métanle un clavo en la cabeza a los dictadores, con cianuro y, eso los convertiría en héroes nacionales!.
Su plan funcionó y muchos sugirieron ideas de cómo lograr cumplir con tal propósito.
Fue así como en algunas naciones utilizaron armas neumáticas cogiendo dormido a los dictadores y, con la complicidad de personas cercanas a estos insertaron clavos envenenados en sus cabezas.
En vista de tal situación los autócratas se pusieron alertas para evitar un destino semejante y, en todo momento andaban con cascos y rodeados de guardaespaldas.
Debido a tales controles, otras personas se ingeniaron armas de largo alcance por donde disparaban pequeñas puntas metálicas envenenadas capaces de atravesar los yelmos, sin producir ruido alguno logrando su objetivo, obligado a los tiranos a evitar espacios abiertos.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.