El entorno me obligó a considerar hablar de mujeres comunes, que subían y bajaban por las laderas de la dificultad, sobrellevando las injusticias, soportando las violaciones y sosteniéndose ante los vendavales y vicisitudes del hambre, la miseria, el desempleo y la discriminación. Claro, descubrí que la mujer no era esclavizada por su raza, credo, origen o extracción social, su pecado es su género y hasta el día de hoy, tenemos una deuda de honor extraordinaria para con ellas.
Sé que mi obra muy tímida y escrupulosa en su primigenia naturaleza, tan sólo husmea y trata de respirar en medio de la infamia y el asombro de tanta valentía e inteligencia ocultada entre los siglos de los siglos, por el terror de confundir el amor y la extraordinaria fuerza del corazón con debilidad.